a) ¿La abstracción nos hace libres, o acaso más prisioneros? Si contamos entre las sendas oblicuas del ente sabremos que hay distintos caminos introyectados hacia la nada del ser. Si nos abstraemos, es posible que nos transportemos de forma un tanto metafórica a "la profundidad"; al "mundo de las ideas" que Platón definía como inalcanzable y así mismo, ideal, pero fuera del sujeto necesariamente. Pensemos por un momento que Platón se equivocaba, que ese "mundo de las ideas" en realidad se encontraba dentro de nosotros. Entonces habría que, insoslayablemente, suponer que si es en la profundidad donde "meditamos" y donde hacemos filosofía, de vez en cuando debemos subir a la superficie para no ahogarnos en esa profundidad. Porque la profundidad ahoga, enloquece aunque asombra. Descartes fue una víctima de esta falta de aire, desafortunadamente. Se quedó en el "pienso, luego existo" y así fue, pensó, pero ¿se dio cuenta de que dejó de existir? Se quedó en el primer paso, irónicamente en el pensamiento pero se olvidó de su existencia.
b) Las premisas por las que regimos nuestra vida son cognoscibles pero quizá intransmitibles o inexpresables, esto porque poner en palabras la complejidad sintetizada es difícil de armar en un discurso. Más aún, si fuesen expresables estas ideas que conforman la riqueza de nuestro ser tardaríamos más en estructurar nuestro pensamiento que en cambiar de ideas. Si bien el ser es discontinuo, contrario al tiempo, nunca girando en la carátula plana, sino avanzando infinitamente sobre una espiral. El ser cambia por naturaleza, el tiempo no, por definición. La abstracción completa del ser aún no se logra y mientras tanto permanece concreto con pretensiones grandes de remanencia, como el tiempo mismo. Fugacidad y eternidad, únicas verdades del tiempo. Lo anterior del ser no es tan discutible por lo mismo de ser evidente. Ya Darwin decía "selección natural", que poco a poco se asimiló de forma ingeniosa en la sociedad: renovarse o morir. El lenguaje, sea entonces la única forma de permanencia, obviamente dando por hecho la existencia de otros que vengan detrás de nosotros a plantearse las preguntas fundamentales y se les ocurra recurrir al pasado para contestar el presente, como siempre se ha hecho.
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