Puede que Rubén Darío tuviera razón sobre el pájaro azul. En realidad todos tendríamos metido en el cerebro algún pájaro azul que deseara ser libre y el único camino a liberarlo sería la muerte. Como lo hace el protagonista, con un disparo en la cabeza. Así entonces liberaríamos nuestro pájaro azul, ése podría ser el verdadero propósito de la vida. Sin embargo, me comenta un amigo que “entonces el aborto sería el camino al cielo”. A lo que le respondo que dudaría mucho eso porque el feto no tendría conciencia de que tiene un pájaro azul dentro de su cabeza y no tendría la intención de liberarlo.
Ahora bien, el feto… ¿Qué piensa? ¿En qué ocupa su mente si es que tiene mente? Yo respondo que creo que aquello que piensa debe basarse en sensaciones pues es lo que le es más lógico hacer ya que no ha abierto los ojos. No se ha contaminado. Y quizá sea mejor que permanezca sin mirar tantas cosas, sin la contaminación visual que tenemos al momento de ser concebidos. Seríamos acaso más puros, más “nosotros”, menos “ellos”. Esa caja negra de la que tanto hablan los psicólogos podría ser en realidad nuestro “yo” más puro. Ése que dejamos del lado al insertarnos en el mundo como individuos de una sociedad, un individuo que se le exigen ciertas conductas, uno más…
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2 comentarios:
YO CREO QUE EL MUNDO MUNDANO Y FATAL ES EL QUE NOS MOLDEA CIERTAS CONDUCTAS ERRONEAS, TAMBIEN NUESTRO NUCLEO FAMILIAR QUE LES DA CABIDA.
MASTURBARSE ES MALO PORQUE EL ALMA SE CONTAMINA, TIENES QUE TRABAJAR Y TENER UN TITULO PARA "SER ALGUIEN" EN LA VIDA. HAY MIL PATRAÑAS ASI.
BUEN POST MUY REAL Y BIEN DEFINIDO.
ATENTAMENTE
EL TONA
Pues, me alegra tener algo que ver con estas ideas, pero me refería a que poniendo el mundo de cabeza, quizás los seres abortados, conspiraron y conjugaron todo en el mundo para no nacer, con esa misma intención. El poder de lo inconciente es enorme... Quizás quien no nace es porque no quiera... eso quería decir...
Pero uno siempre puede darse un tiro, no hay prisa. Hay mucho que aprender... o, recordar...
Y la vida, es como decía el buen calderón (de la barca). No hay muerte. Nunca mueras.
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