26.2.11

Sobre la maternidad

Ella dice: No quiero envejecer. No quiero ser madre.

Una posible razón para tener hijos y creo la más común de forma inconsciente, es el deseo de vivir por siempre, de perpetuar. Y no la especie, ni la familia, ni las ideas, sino la esencia. Como existentes, somos libres de existir o no existir de casi cualquier forma. Pero en el camino, muchas personas han de percatarse que al morir, nadie más reproducirá su esencia, ni siquiera sus amigos más cercanos. Y no por cuestión genética, sino por transmisión de vicios y virtudes hacia los educandos, o sea, los hijos.

Yo no quiero tener hijos, pero los tendría porque entiendo el motivo de desaparecer eternamente. El vínculo que los hijos permiten a los padres muertos es irreemplazable. Suena cursi pensar que nuestros padres viven a través de nosotros. Pero en realidad no, es nuestra personalidad una parte heredada, otra aprendida y otra creada por nosotros. Nosotros somos una posibilidad de lo que nuestros padres pudieron ser. Y precisamente allí es que radica la intención de ser una semilla de ellos, en el sentido más completo de la palabra.

Es además, asombroso entre los vivientes cómo se hace de un hijo y cómo se le educa, cómo se le provee de su forma de ser por medio de estímulos y conversaciones. Continuamente como seres humanos nos alimentamos, pero al envejecer, nuestro organismo, incluyendo el cerebro, rechaza la idea del dinamismo, pues le marea. La revolución es para los jóvenes. Y aunque parezca ridículo, creo que una parte de los seres humanos a cierta edad desea que sus hijos continúen la revolución que tan fervientemente defendían y a la cual servían. Es todo por la perpetuidad, el deseo de no ser olvidado y el deseo de mirarse en otra posibilidad. Aunado claro a veces al deseo de verse fusionado con el otro padre de familia.

No encuentro una razón más filosóficamente válida ahora que ésta: No queremos morir, queremos ser  y estar inmersos en la perpetuidad ya sea en una posibilidad o en muchos más. Y per se, los hijos permiten esa hermosa posibilidad de ignorar el pasado pero ser afectados por él. Nuestra decisión de tener o no hijos les afecta a ellos en cuanto a circunstancias de existir. Son ellos impulsados por la misma motivación que nos lleve a tenerlos.

No concuerdo con que los hijos sean un regalo, mejor dicho, son nuestra esencia potencial en otras circunstancias.

17.2.11

La Pendiente Seductora

Ella dice: Regresa...
Él dice:..
Momento. No dice nada. Ella suspira. Entre la enredadera de los brazos se sabe preferida. No única, sólo mimada. Se violenta en esquivas miradas de deseo. Se entrecortan sus caricias pero no por ser menos sinceras. Son tímidas, marginales, cuasi-invisibles al alma. Es un juego donde se apuesta la lengua, el vientre y las manos, inmensa relación de objetos rupestres.
Piensa excitado él con un leve mareo en la moral, en su cálculo ideal de los eventos futuros. La teoría de juegos se vuelve un baile flexible de feromonas.
Él no dice. Él toca...él aprisiona...