Ella dice}
No existe la verdad. Existe la proyección de la realidad deseada, de manera que sea dicho lo que ha de hacernos representar una verdad creíble. Existe una idea de la verdad con base en las percepciones que tenemos. Además, comunicamos nuestras percepciones de tal forma que logremos proyectar la imagen que deseamos proyectar a los demás. Sí, la imagen ideal, porque todo se trata de la apariencia, el reconocimiento.
No se ha decir una verdad que no sea digna de la construcción de la imagen. Buscamos proyectar una imagen de héroes, de víctimas, de observadores, de actores, de torturadores, de benevolentes. El caso es que siempre al comunicar viene ese intento de dar a conocer nuestra percepción, de dar a conocernos a nosotros mismos.
Aún la gente menos expresiva comunica con su silencio, con sus movimientos, con su atención o in-atención. Y lo comunicado se vuelve perceptible a los demás que le interpretan y luego se forman una imagen de aquellas personas.
Todos tenemos una imagen y además buscamos cambiarla o reforzarla. Por lo que nuestras verdades siempre irán encaminadas a acercarnos más a nuestro ideal de imagen.¿O no es cierto que lo que digo los está encaminando a pensar que sé más que ustedes de la verdad, cuando en realidad poco la conozco?
2.3.11
Sobre la masturbación: Masturbación
Mi hermano de Chile , mi hermano del alma me compartió este sublime texto:
Heme aquí, desnudo en la intimidad de la noche
Con la envidia,
Que punza, que se intenta olvidar,
Que vuelve a punzar hasta la angustia,
Por el Eros ajeno.
Estoy arrobado:
Una poza de vida semitransparente brilla al ojo de la lámpara;
Brilla a lo largo de mi muslo.
Por allí otros arrobamientos han de empañar el ojo
De lámparas ahogadas por la condensación de dos alientos.
Yo soy un lunar perdido en la piel del lecho,
Soy joven, mi casa está tan lejos.
Mientras, soy tiranizado por mi mano derecha,
Y me hundo en tu centro de pétalos enredados
Por donde alguna vez te sentí gemir en vapores;
Me hundo con los ojos cerrados y el pecho amplio.
Soy joven, un adonis plateado en la soledad
Mi mano está sedienta de vida
Se disipa la envidia
Mi boca balbucea “¡Qué lejos está mi hogar!”.
Felipe
A lo que yo respondí que lo publicaría enseguida. Y además le dije: "Es como una hermosa lírica que dice: Heme aquí en mi lecho solitario y teniéndote y tendièndome, en pensamiento siempre entre mis manos te escondes, mi mano derecha que contiene tu esencia, que grita tus gemidos cuando cierro mis ojos"
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26.2.11
Sobre la maternidad
Ella dice: No quiero envejecer. No quiero ser madre.
Una posible razón para tener hijos y creo la más común de forma inconsciente, es el deseo de vivir por siempre, de perpetuar. Y no la especie, ni la familia, ni las ideas, sino la esencia. Como existentes, somos libres de existir o no existir de casi cualquier forma. Pero en el camino, muchas personas han de percatarse que al morir, nadie más reproducirá su esencia, ni siquiera sus amigos más cercanos. Y no por cuestión genética, sino por transmisión de vicios y virtudes hacia los educandos, o sea, los hijos.
Yo no quiero tener hijos, pero los tendría porque entiendo el motivo de desaparecer eternamente. El vínculo que los hijos permiten a los padres muertos es irreemplazable. Suena cursi pensar que nuestros padres viven a través de nosotros. Pero en realidad no, es nuestra personalidad una parte heredada, otra aprendida y otra creada por nosotros. Nosotros somos una posibilidad de lo que nuestros padres pudieron ser. Y precisamente allí es que radica la intención de ser una semilla de ellos, en el sentido más completo de la palabra.
Es además, asombroso entre los vivientes cómo se hace de un hijo y cómo se le educa, cómo se le provee de su forma de ser por medio de estímulos y conversaciones. Continuamente como seres humanos nos alimentamos, pero al envejecer, nuestro organismo, incluyendo el cerebro, rechaza la idea del dinamismo, pues le marea. La revolución es para los jóvenes. Y aunque parezca ridículo, creo que una parte de los seres humanos a cierta edad desea que sus hijos continúen la revolución que tan fervientemente defendían y a la cual servían. Es todo por la perpetuidad, el deseo de no ser olvidado y el deseo de mirarse en otra posibilidad. Aunado claro a veces al deseo de verse fusionado con el otro padre de familia.
No encuentro una razón más filosóficamente válida ahora que ésta: No queremos morir, queremos ser y estar inmersos en la perpetuidad ya sea en una posibilidad o en muchos más. Y per se, los hijos permiten esa hermosa posibilidad de ignorar el pasado pero ser afectados por él. Nuestra decisión de tener o no hijos les afecta a ellos en cuanto a circunstancias de existir. Son ellos impulsados por la misma motivación que nos lleve a tenerlos.
No concuerdo con que los hijos sean un regalo, mejor dicho, son nuestra esencia potencial en otras circunstancias.
Una posible razón para tener hijos y creo la más común de forma inconsciente, es el deseo de vivir por siempre, de perpetuar. Y no la especie, ni la familia, ni las ideas, sino la esencia. Como existentes, somos libres de existir o no existir de casi cualquier forma. Pero en el camino, muchas personas han de percatarse que al morir, nadie más reproducirá su esencia, ni siquiera sus amigos más cercanos. Y no por cuestión genética, sino por transmisión de vicios y virtudes hacia los educandos, o sea, los hijos.
Yo no quiero tener hijos, pero los tendría porque entiendo el motivo de desaparecer eternamente. El vínculo que los hijos permiten a los padres muertos es irreemplazable. Suena cursi pensar que nuestros padres viven a través de nosotros. Pero en realidad no, es nuestra personalidad una parte heredada, otra aprendida y otra creada por nosotros. Nosotros somos una posibilidad de lo que nuestros padres pudieron ser. Y precisamente allí es que radica la intención de ser una semilla de ellos, en el sentido más completo de la palabra.
Es además, asombroso entre los vivientes cómo se hace de un hijo y cómo se le educa, cómo se le provee de su forma de ser por medio de estímulos y conversaciones. Continuamente como seres humanos nos alimentamos, pero al envejecer, nuestro organismo, incluyendo el cerebro, rechaza la idea del dinamismo, pues le marea. La revolución es para los jóvenes. Y aunque parezca ridículo, creo que una parte de los seres humanos a cierta edad desea que sus hijos continúen la revolución que tan fervientemente defendían y a la cual servían. Es todo por la perpetuidad, el deseo de no ser olvidado y el deseo de mirarse en otra posibilidad. Aunado claro a veces al deseo de verse fusionado con el otro padre de familia.
No encuentro una razón más filosóficamente válida ahora que ésta: No queremos morir, queremos ser y estar inmersos en la perpetuidad ya sea en una posibilidad o en muchos más. Y per se, los hijos permiten esa hermosa posibilidad de ignorar el pasado pero ser afectados por él. Nuestra decisión de tener o no hijos les afecta a ellos en cuanto a circunstancias de existir. Son ellos impulsados por la misma motivación que nos lleve a tenerlos.
No concuerdo con que los hijos sean un regalo, mejor dicho, son nuestra esencia potencial en otras circunstancias.
17.2.11
La Pendiente Seductora
Ella dice: Regresa...
Él dice:..
Momento. No dice nada. Ella suspira. Entre la enredadera de los brazos se sabe preferida. No única, sólo mimada. Se violenta en esquivas miradas de deseo. Se entrecortan sus caricias pero no por ser menos sinceras. Son tímidas, marginales, cuasi-invisibles al alma. Es un juego donde se apuesta la lengua, el vientre y las manos, inmensa relación de objetos rupestres.
Piensa excitado él con un leve mareo en la moral, en su cálculo ideal de los eventos futuros. La teoría de juegos se vuelve un baile flexible de feromonas.
Él no dice. Él toca...él aprisiona...
Él dice:..
Momento. No dice nada. Ella suspira. Entre la enredadera de los brazos se sabe preferida. No única, sólo mimada. Se violenta en esquivas miradas de deseo. Se entrecortan sus caricias pero no por ser menos sinceras. Son tímidas, marginales, cuasi-invisibles al alma. Es un juego donde se apuesta la lengua, el vientre y las manos, inmensa relación de objetos rupestres.
Piensa excitado él con un leve mareo en la moral, en su cálculo ideal de los eventos futuros. La teoría de juegos se vuelve un baile flexible de feromonas.
Él no dice. Él toca...él aprisiona...
14.1.11
Cruzando la línea
Emocionantes son las horas en el asiento de un parque en el que sabemos pronto todo estará en movimiento. La mecánica nos llevará por los cielos y como por arte de magia, sentiremos que estamos en un estado de excitación de otra dimensión.
En segundos nuestro corazón se agita, sin refuerzos nuestro cuerpo reacciona en modo de alerta pero también del orgasmo de la adrenalina. Es así la sensación cuando cruzamos la línea. De un límite a otro, de una frontera a otra, de una cancha a otra. Y todo está en el punto decisivo de cruzar esa línea.
Innumerables motivos podrían sernos dados para rechazar el paso decisivo al otro lado, a cruzar la línea. Pero aunque es cierto que hay líneas más gruesas que otras, es inevitable regresar el paso cuando se ha comenzado el movimiento, pues la inercia tiende a avanzarnos a nuestro deseo de progreso y descubrimiento y nuestras intenciones se conjugan con el peso de nuestro ser para ir detrás de nuestro primer paso.
Cruzar la línea es en suma el paso más complicado, pero sin duda el más emocionante.
En segundos nuestro corazón se agita, sin refuerzos nuestro cuerpo reacciona en modo de alerta pero también del orgasmo de la adrenalina. Es así la sensación cuando cruzamos la línea. De un límite a otro, de una frontera a otra, de una cancha a otra. Y todo está en el punto decisivo de cruzar esa línea.
Innumerables motivos podrían sernos dados para rechazar el paso decisivo al otro lado, a cruzar la línea. Pero aunque es cierto que hay líneas más gruesas que otras, es inevitable regresar el paso cuando se ha comenzado el movimiento, pues la inercia tiende a avanzarnos a nuestro deseo de progreso y descubrimiento y nuestras intenciones se conjugan con el peso de nuestro ser para ir detrás de nuestro primer paso.
Cruzar la línea es en suma el paso más complicado, pero sin duda el más emocionante.
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