El pueblo de México no sólo se ha hecho escuchar en unidad en el grito de agonía que en las fiestas patrias se percibe, el grito que no inspira al regocijo sino que cala los huesos por sentirlo como el grito de una garganta cautiva. El silencio está allí cuando los ojos guardan para sí toda la opinión y la crítica y damos la media vuelta para continuar viviendo en la espiral descendiente que no termina.
La conspiración no es de ellos contra nosotros, es de nosotros en favor de ellos: callar. Los privilegiados se quejan de que sus privilegios les serán arrebatados pero por otras manos que no necesariamente tienen la intención de re acomodarlos en favor de una buena causa. Los educadores manifestantes han hecho saber que su lucha se debe a la injusticia. ¿Cuál? La de haber permitido un sistema educativo de nivel poco presumible por el simple hecho de hacer negocios en él.
La educación en México es un negocio. No sólo en escuelas privadas que cobran instalaciones, profesorado, recursos tecnológicos y una educación de nivel un poco más alto; sino también en escuelas públicas en las que los profesores no son educadores ni profesionistas, sino ocupantes de una plaza que permanece en sus familias por tradición o por falta de ideas a la hora de pagar por un "negocio rentable" en el mercado político.
Un pequeño grupo de alumnos y padres de familia ha salido a las calles a pedir clases, a exigir a quienes se dicen defensores de los derechos del sistema educativo que regresen a trabajar. Y, diga, que sólo se les pide que trabajen, que estudien también ellos y que conserven el lugar que tan recelosamente guardan. La educación es un derecho, pero en México es un privilegio; y una educación de calidad...ni se diga.
Por eso, es indispensable que los ciudadanos no callemos lo que por derecho nos concierne, el gobierno. No dejemos cautivo el poder de tomar las decisiones a aquellos que se acusan de respresentarnos y de decir que no tenemos clara una visión para el país; siendo todo lo contrario.
En México queremos educación, y no sólo eso, queremos que la educación tenga calidad y esté a la altura, y no de otros países, sino a la altura adecuada en la que estemos conscientes de lo que sucede en el país y de los pasos necesarios para superar nuestra condición de pobreza e injusticia. ¡Eduquémonos pues todos!